Esto no es una historia de amor (Spanish Edition) by Jose A. Pérez Ledo

Esto no es una historia de amor (Spanish Edition) by Jose A. Pérez Ledo

autor:Jose A. Pérez Ledo [Ledo, Jose A. Pérez]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Apunta esto en la lista de Cosas que no Hay en la Ciudad (junto a los castillos, las estrellas y los dragones): gente que, de buenas a primeras, te invita a comer en su casa.

Sofía, que así se llama la mujer, se empeña en empapuzarnos con las mejores vainas, no exagero, que he comido en mi vida. Judías verdes las llama ella. Las cultiva su marido, nos dice, un empleado de banca jubilado que ahora mismo está «echando la partida».

—Si se queda aquí, se amodorra y luego no duerme por la noche, así que le digo: «¡Vete a echar la partida!».

Al otro lado de la ventana, Erika y Manu se juegan la vida en sus bicis, calle arriba, calle abajo.

Sofía nos pregunta si estamos de luna de miel, y yo digo que no. Desde mi punto de vista, es una explicación más que suficiente, pero Eva considera que entregar nuestra intimidad a cambio de unas vainas es un trato justo; le cuenta lo de la fiesta en el plató, lo mío con el tío gracioso y cómo este viaje es una especie de elaborada disculpa por mi parte. A Sofía le parece una disculpa maravillosa.

—Ya dejaréis de hacer estas cosas —dice—. Ya llegará el tiempo en que os dé igual que el otro se enfade.

Tras el café, le damos las gracias por la comida y la amabilidad. Ella nos comenta que es una pena que tengamos que irnos porque esta noche se celebra la fiesta de la vendimia. Una cosa preciosa, dice; se colocan lagares en la plaza del pueblo para que todo el mundo pise las primeras uvas. Por eso han ido a verla sus nietos, nunca se lo pierden.

—Si tenéis tiempo —añade—, pasaos por aquí esta tarde.

—Lo intentaremos —dice Eva.

—Aunque tenemos un plan apretado —añado yo.

Nos despedimos de los críos, y Ángel, que es el tipo que ejerce como taxista cuando tal figura es necesaria en el pueblo, nos lleva hasta nuestro coche por cuatro euros y medio. Llegamos a las 16:30, justo a tiempo para encaminarnos hacia la cata planificada para las 17:00. Mi padre estaría orgulloso.

Esta vez nos comportamos como adultos responsables y escupimos el vino cuando corresponde. Ya le empiezo a pillar el truco, y hasta soy capaz de distinguir el color cereza del teja y el teja del rubí. Pienso que podría dedicarme a esto. Imagina ganarte la vida escupiendo vino y diciendo cosas como «excesivamente afrutado» o, no sé, «maravillosamente vigoroso». Decido probar y suelto:

—Maravillosamente vigoroso.

Eva estalla en carcajadas, lo que provoca que el vino le salga disparado por la nariz. Todos nos miran un poco mal, como si fuésemos un par de adolescentes díscolos con ganas de llamar la atención. Eva se disculpa y se suena el resto del vino con una servilleta de papel. Luego, me susurra:

—Gilipollas.

Compramos una caja de vino. Ocho botellas, todas diferentes; Cofre Gourmet lo llaman. Las estamos guardando en el maletero del Twingo cuando Eva me dice:

—Oye, estaba pensando una cosa.

—Dime.

—¿Y si vamos a la fiesta esa del pueblo?

—Ajá —digo.



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